jueves, 7 de marzo de 2013

Cuento del puerto

                                             El Maquinista


Erase una vez un hombre que era maquinista. Vivía con su esposa, y sus dos hijos en Santa Adela. Un día, por la mañana fue a la lonja con su mujer a ver el pescado. Vio muchos barcos descargando el pescado y le dijo a un pescador que si le podía enseñar a él un poco sobre pesca. El pescador le dijo que si y los dos quedaron el martes por la mañana a las siete y media de la mañana. Cuando llegó el día, el maquinista, cogió su bocadillo. Se fue al puerto con la moto que tenía y allí, se encontró al pescador en una barca. Hola, nos vamos. Sí, claro voy a por mí cantimplora y nos vamos. Cuando vino, se montaron los dos en su barca y se marcharon. Cuando ya salieron del puerto, vieron que no hacía olas no soplaba el viento. Sacó su caña y le puso una sardina. Le explicó que tenía que poner la sardina en el anzuelo y comprobar que estaba bien escondida la punta. Lanzó la caña y al cabo de un rato, empezó a moverse. Dijo, ¡Recoge, recoge! Rápido ¡Qué será¡ Cuando recogió todo el hilo, vio que traía una dorada muy grande. Los dos se pusieron alegres y le tocaba el turno al pescador. Lanzó y al poco rato, picó. Era un pez espada. Los dos se pusieron contentísimos. Se había levantado mucho viento, así que recogieron las cañas y se marcharon al puerto. Cuando llegaron, se encontraron con las rocas que se habían caído de la dársena. No sabían qué hacer, pero la barca del pescador, tenía un buscapersonas de emergencia. Lo encendieron, pero como era de día, no se veía la luz y entonces, o tenían que esperar a que pasara un barco para atracar o esperar a la noche. Mientras, como todavía eran las cinco de la tarde, podían echar la caña otra vez. Pero, vino un barco, y le dijo que si tenía teléfono móvil para llamar a la lonja pesquera. Respondió que no y tuvieron que esperar. La mujer del maquinista se preguntaba qué, que les había pasado, entonces llamó a la lonja y preguntó que si ya habían llegado. Contestaron y le dijeron que no. Entonces los servicios de emergencia se montaron en las lanchas y se pusieron en marcha. Cuando fueron a salir del puerto, se encontraron aquel muro de piedras enorme y por detrás, la barquilla y el barco. Llamaron a las grúas del puerto y salieron a quitar las piedras. Pasaron horas y horas hasta que terminaron de quitarlas. Ya podían pasar. Llegaron a la lonja y allí estaba su mujer esperando a que llegara. La saludo y le entregó la dorada que había pescado. Todos se pusieron contentos al verlos venir y el maquinista con su mujer se fueron juntos a su casa.

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